«Le Envié Dinero a Mi Hijo para Comprar un Nuevo Móvil, Pero Esa Noche Me Llamó Mi Nuera»

Era una típica mañana de martes cuando Carolina decidió que era hora de actualizar su móvil. Su viejo dispositivo había estado fallando durante semanas, y ya no podía ignorar los constantes bloqueos y problemas de batería. Carolina, una maestra jubilada, no era muy experta en tecnología, así que decidió pedir ayuda a su hijo Gregorio.

Gregorio siempre había sido la persona de referencia en la familia para cualquier cosa relacionada con la tecnología. Trabajaba como especialista en TI y tenía un don para encontrar las mejores ofertas en línea. Carolina confiaba implícitamente en él y sabía que le conseguiría un buen móvil a un precio razonable.

«Gregorio, querido, necesito un nuevo móvil,» dijo Carolina por teléfono. «¿Puedes ayudarme a encontrar uno?»

«Por supuesto, mamá,» respondió Gregorio. «Buscaré algunas opciones y te avisaré.»

Más tarde ese día, Gregorio llamó con algunas sugerencias. Carolina eligió un smartphone de gama media que tenía todas las características que necesitaba. Gregorio le aseguró que era una gran elección y prometió encargarlo por ella.

«Solo transfiéreme el dinero a mi cuenta y yo me encargo del resto,» dijo Gregorio.

Carolina transfirió el dinero de inmediato y se sintió aliviada de que sus problemas con el móvil pronto terminarían. Poco sabía ella que esta simple transacción desencadenaría una serie de eventos que desgarrarían a su familia.

Esa noche, Carolina recibió una llamada inesperada de su nuera, Juana. Juana sonaba molesta y agitada, lo cual era inusual en ella.

«Carolina, necesitamos hablar,» dijo Juana, con la voz temblorosa.

«¿Qué pasa, Juana?» preguntó Carolina, preocupada.

«Es sobre Gregorio,» comenzó Juana. «Ha estado ocultándome cosas y hoy me enteré.»

El corazón de Carolina se hundió. Siempre había pensado en Gregorio y Juana como la pareja perfecta. Llevaban cinco años casados y parecían tener una relación fuerte.

«¿Qué quieres decir?» preguntó Carolina, tratando de mantener la voz firme.

«Gregorio ha estado jugando en línea,» reveló Juana. «Ha perdido mucho dinero y solo me enteré porque vi los extractos bancarios.»

Carolina estaba en shock. No tenía idea de que Gregorio tenía un problema con el juego. Sintió una mezcla de ira y tristeza mientras escuchaba la historia de Juana.

«Lo confronté y me admitió todo,» continuó Juana. «Prometió dejarlo, pero no sé si puedo confiar en él más.»

Carolina no sabía qué decir. Se sentía culpable por no haber notado las señales antes y por haber contribuido sin saberlo al problema de Gregorio al enviarle dinero.

«Lo siento mucho, Juana,» dijo finalmente Carolina. «No tenía idea.»

«No sé qué hacer,» dijo Juana, con la voz quebrada. «Lo amo, pero no puedo vivir así.»

La conversación terminó en una nota sombría y Carolina pasó el resto de la noche sumida en pensamientos profundos. No podía sacudirse el sentimiento de culpa y preocupación por su hijo y su nuera.

En las semanas siguientes, las cosas fueron de mal en peor. Gregorio intentó enmendarse asistiendo a sesiones de terapia y uniéndose a un grupo de apoyo para la adicción al juego. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. La confianza entre él y Juana estaba destrozada y su relación se volvió cada vez más tensa.

Juana se mudó de su casa y solicitó el divorcio. La pareja que alguna vez fue feliz ahora estaba envuelta en una amarga batalla legal por los bienes y la custodia de sus dos hijos pequeños.

Carolina observaba impotente cómo su familia se desmoronaba. Se culpaba a sí misma por no haber visto las señales antes y por haber habilitado inadvertidamente la adicción de Gregorio. La culpa pesaba mucho sobre ella y luchaba por encontrar consuelo.

Al final, Gregorio no solo perdió su matrimonio sino también su trabajo debido a su comportamiento errático y bajo rendimiento laboral. Se mudó de nuevo con Carolina, quien hizo todo lo posible para apoyarlo durante su recuperación.

Pero las cicatrices del pasado permanecieron y la familia nunca volvió a ser la misma. El simple acto de comprar un nuevo móvil había desencadenado una reacción en cadena que llevó al desamor y la pérdida.