La Madrastra Se Siente Traicionada por su Hijastra: «La Crié Como a Mi Propia Hija, Pero Ni Siquiera Me Invitó a su Boda. No Entiendo Qué Hice Mal»

Valentina siempre había soñado con tener una familia grande y amorosa. Cuando se casó con Enrique, estaba encantada de convertirse en la madrastra de su joven hija, Rubí. Valentina puso todo su corazón y alma en criar a Rubí, tratándola como si fuera su propia hija. Asistió a todos los eventos escolares, ayudó con las tareas y estuvo presente en cada rodilla raspada y cada corazón roto.

La madre biológica de Rubí, Ana, se había marchado cuando Rubí era solo una niña pequeña. Se había ido con otro hombre y había formado una nueva familia, dejando a Enrique para criar a Rubí solo. Cuando Valentina llegó a sus vidas, llenó el vacío que había dejado la partida de Ana. Enrique estaba agradecido por el amor y la dedicación de Valentina hacia Rubí, y durante años, fueron una familia feliz.

A medida que Rubí crecía, ella y Valentina desarrollaron un vínculo estrecho. Compartían secretos, reían juntas y se apoyaban mutuamente en las buenas y en las malas. Valentina estuvo presente para el primer amor de Rubí, su graduación del instituto y cada hito intermedio. Nunca pensó en Rubí como algo diferente a su hija.

Cuando Rubí cumplió 16 años, conoció a Jacobo en una fiesta de amigos. Rápidamente se volvieron inseparables y su relación floreció en algo serio. Valentina estaba feliz por Rubí y recibió a Jacobo en su hogar con los brazos abiertos. Lo consideraba parte de la familia y estaba emocionada por el futuro que construirían juntos.

Sin embargo, a medida que la relación de Rubí con Jacobo se fortalecía, su vínculo con Valentina comenzó a debilitarse. Rubí empezó a pasar más tiempo con la familia de Jacobo y menos tiempo en casa. Valentina notó el cambio pero trató de ser comprensiva, pensando que solo era una fase.

Un día, Rubí anunció que ella y Jacobo se iban a casar. Valentina estaba eufórica e inmediatamente comenzó a planificar la boda. Se imaginaba ayudando a Rubí a elegir su vestido, organizando la despedida de soltera y estando presente en cada paso del proceso.

Pero a medida que avanzaban los planes de la boda, Valentina notó que la estaban dejando fuera de decisiones importantes. Rubí parecía distante y desinteresada en incluirla en la planificación. Valentina trató de ignorarlo, pensando que Rubí solo estaba abrumada por la emoción de casarse.

Luego llegó el día que destrozó el corazón de Valentina. Recibió una invitación para la boda de Rubí por correo, pero no estaba dirigida a ella. Estaba dirigida solo a Enrique. Valentina no podía creer lo que veía. Había criado a Rubí como su propia hija, y ahora ni siquiera estaba invitada a la boda.

Valentina confrontó a Rubí, esperando que hubiera algún error. Pero Rubí fríamente explicó que no veía a Valentina como su verdadera madre y no la quería en la boda. Dijo que Ana estaría allí en su lugar.

Valentina estaba devastada. Había dado tanto de sí misma a Rubí, solo para ser dejada de lado en favor de una mujer que la había abandonado. No podía entender qué había hecho mal o por qué Rubí la trataría de esa manera.

Enrique trató de consolar a Valentina, pero el daño ya estaba hecho. El día de la boda llegó y pasó, y Valentina lo pasó sola, llorando por la pérdida de la hija que pensaba que tenía.

Rubí nunca se acercó para disculparse o explicar sus acciones. La brecha entre ellas se hizo más grande, y Valentina quedó con el corazón roto y preguntas sin respuesta.