«Cuando los Lazos Familiares se Ven Ensombrecidos por la Codicia»
Recuerdo ese día vívidamente. El sol brillaba intensamente, bañando con su cálida luz nuestra pequeña casa en las afueras. Acababa de recibir un ascenso en el trabajo y no podía esperar para compartir la noticia con mi madre. Corrí hacia la casa, con el corazón latiendo de emoción, solo para encontrarla sentada junto a la ventana, mirando a lo lejos.
«Mamá, ¿adivina qué?» exclamé, esperando ver su rostro iluminarse de alegría.
Se giró hacia mí lentamente, con los ojos carentes de emoción. «Guillermo está pidiendo el divorcio,» dijo sin más. «Ahora necesitamos sacar todo el dinero que podamos de él.»
Sus palabras me golpearon como una tonelada de ladrillos. Guillermo era mi hermano mayor, y siempre había sido el pilar de nuestra familia. Él fue quien nos cuidó cuando papá se fue, quien trabajó en dos empleos para asegurarse de que tuviéramos comida en la mesa y un techo sobre nuestras cabezas. Y ahora, mamá hablaba de él como si no fuera más que una cuenta bancaria.
«Mamá, ¿de qué estás hablando?» pregunté, con la voz temblorosa.
Suspiró y volvió a mirar por la ventana. «Necesitamos dinero, Laura. Tu hermano tiene mucho, y ahora que se está divorciando, tenemos una oportunidad para obtener nuestra parte.»
No podía creer lo que estaba escuchando. «Pero mamá, es nuestra familia. ¿Cómo puedes siquiera pensar en hacer algo así?»
Me miró con una mirada fría y calculadora. «La familia es importante, Laura, pero también lo es sobrevivir. Necesitamos ese dinero.»
Sentí un nudo formarse en mi estómago. Esta no era la mamá que conocía. La mamá que conocía era amable y cariñosa, siempre poniendo a su familia primero. Pero ahora, parecía que lo único que le importaba era el dinero.
En las semanas siguientes, las cosas solo empeoraron. Mamá se obsesionó con los procedimientos de divorcio de Guillermo, hablando constantemente sobre cuánto dinero podría obtener de él. Incluso reclutó la ayuda de mi hermana menor, Ana, quien parecía demasiado dispuesta a seguir su plan.
«Ana, no puedes estar hablando en serio,» le dije una noche mientras estábamos sentadas en la sala.
«¿Por qué no?» respondió con un encogimiento de hombros. «Guillermo tiene mucho dinero. No es como si necesitara todo.»
«Pero es nuestro hermano,» insistí. «Deberíamos apoyarlo, no tratar de aprovecharse de él.»
Ana puso los ojos en blanco. «Eres tan ingenua, Laura. Así es como funciona el mundo. Tienes que velar por ti misma.»
Sentí una punzada de tristeza al darme cuenta de que mi familia se estaba desmoronando. Los lazos que una vez nos unieron estaban siendo desgarrados por la codicia y el egoísmo.
A medida que los procedimientos de divorcio se alargaban, mamá y Ana se volvieron cada vez más despiadadas en su búsqueda del dinero de Guillermo. Contrataron abogados, desenterraron trapos sucios sobre su exesposa e incluso intentaron manipularlo para que les diera más de lo que les correspondía.
Intenté mantenerme al margen tanto como pude, pero era difícil ver cómo mi familia se desintegraba ante mis ojos. Guillermo se volvió distante y retraído, apenas hablaba con ninguno de nosotros. Podía ver el dolor en sus ojos cada vez que miraba a mamá y Ana, y me rompía el corazón.
Al final, mamá y Ana consiguieron lo que querían. Lograron exprimir una cantidad significativa de dinero de Guillermo, pero a un alto costo. Nuestra familia quedó destrozada más allá de toda reparación. Guillermo se mudó y cortó todo contacto con nosotros, dejando un vacío enorme en nuestras vidas.
A menudo pienso en ese día cuando corrí hacia la casa con tanta emoción, solo para que mi mundo se pusiera patas arriba. Desearía poder retroceder y cambiar las cosas, pero sé que eso es imposible. Todo lo que puedo hacer ahora es intentar recoger los pedazos y seguir adelante, aunque las cicatrices siempre permanecerán.