«Me Siento Culpable con Mi Nuera y Mi Hijo. Quiero Pedir Perdón, Pero No Sé Cómo»: Dice una Suegra
Penélope se sentó en la mesa de su cocina, mirando la taza de café intacta frente a ella. La casa estaba inquietantemente silenciosa, un marcado contraste con el hogar bullicioso que siempre había imaginado. Siempre había soñado con una casa llena de la risa de los nietos, pero ahora, ese sueño parecía más lejano que nunca.
Penélope tenía un hijo, Javier. Era su orgullo y alegría, la niña de sus ojos. Cuando Javier se casó con Susana, Penélope estaba en las nubes. Susana era una mujer dulce y de buen corazón, y Penélope estaba encantada de darle la bienvenida a la familia. Pero a medida que pasaban los años, el deseo de Penélope de tener nietos se hacía cada vez más fuerte.
«Solo quería tener nietos,» susurró Penélope para sí misma, con la voz quebrada. «¿Es eso tan malo?»
Penélope siempre había sido muy vocal sobre su deseo de tener nietos. Solía dejar caer indirectas en las reuniones familiares, hacer comentarios sobre lo maravilloso que sería tener pequeños corriendo por la casa, e incluso preguntar directamente a Javier y Susana cuándo planeaban formar una familia. Al principio, Javier y Susana se lo tomaban a risa, pero con el tiempo, los comentarios de Penélope se volvieron más frecuentes y más insistentes.
«No quería presionarlos,» dijo Penélope, con lágrimas en los ojos. «Solo quería ser abuela.»
Una noche, Penélope había invitado a Javier y Susana a cenar. Mientras estaban sentados alrededor de la mesa, Penélope volvió a sacar el tema de los nietos. Esta vez, sin embargo, Susana no se lo tomó a risa. En lugar de eso, miró su plato, con el rostro pálido.
«Mamá, ya hemos hablado de esto,» dijo Javier, con la voz tensa. «Aún no estamos listos para tener hijos.»
«¿Pero por qué no?» exigió Penélope. «Ambos están en sus treintas. Es hora de formar una familia.»
Susana levantó la mirada, con los ojos llenos de lágrimas. «No es tan simple, Penélope,» dijo suavemente. «Hemos estado intentándolo, pero no está sucediendo.»
El corazón de Penélope se hundió. No tenía idea de que Javier y Susana habían estado luchando para concebir. Sintió una punzada de culpa, pero en lugar de ofrecer consuelo, insistió.
«¿Han visto a un médico?» preguntó. «Hay tratamientos, ya saben. No pueden simplemente rendirse.»
Javier se levantó abruptamente, su silla raspando contra el suelo. «Ya basta, mamá,» dijo, con la voz temblando de ira. «No tienes idea de lo que estamos pasando.»
Susana también se levantó, con el rostro enrojecido. «Necesitamos espacio, Penélope,» dijo, con la voz temblorosa. «Por favor, danos tiempo.»
Javier y Susana se fueron de la casa esa noche, y Penélope no los había visto desde entonces. Había intentado llamar, enviar mensajes de texto e incluso presentarse en su casa, pero no le abrían la puerta. Sentía una profunda sensación de culpa y arrepentimiento, pero no sabía cómo arreglar las cosas.
«Solo quería ser abuela,» dijo Penélope, con la voz apenas audible. «Pero ahora, he perdido a mi hijo y a mi nuera.»
Penélope sabía que necesitaba disculparse, pero no sabía por dónde empezar. Siempre había sido una mujer orgullosa, y admitir que estaba equivocada era difícil para ella. Pero amaba a Javier y Susana, y no podía soportar la idea de perderlos para siempre.
«Necesito pedir perdón,» dijo Penélope, con la voz llena de determinación. «Pero no sé cómo.»
Penélope tomó su teléfono y marcó el número de Javier una vez más. Mientras el teléfono sonaba, rezó para que él contestara. Sabía que tomaría tiempo sanar las heridas que había causado, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para arreglar las cosas.
El teléfono fue a buzón de voz, y Penélope dejó un mensaje, con la voz ahogada por la emoción. «Javier, soy mamá. Lo siento mucho por todo. Por favor, llámame. Te quiero.»
Penélope colgó el teléfono y se recostó en su silla, con lágrimas corriendo por su rostro. No sabía si Javier alguna vez la perdonaría, pero sabía que tenía que seguir intentándolo. Tenía que arreglar las cosas, sin importar cuánto tiempo tomara.