«Tuvo que Comer Avena y Caldo para Deshacerse de los Gorrones»: Estos Dos Hijos No Han Trabajado en Más de un Año y Viven a Costa de su Madre

Ana siempre había sido una mujer trabajadora. Como madre soltera de cuatro hijos, había compaginado múltiples trabajos para asegurarse de que sus hijos tuvieran todo lo que necesitaban. Pero ahora, a los 62 años, estaba cansada. Sus dos hijos mayores, Diego y Carlos, habían estado viviendo a su costa durante más de un año, sin mostrar señales de querer encontrar trabajo o contribuir al hogar.

La paciencia de Ana se estaba agotando. Había esperado que, al dar un buen ejemplo, sus hijos siguieran su camino. Pero Diego, de 28 años, y Carlos, de 26, parecían contentos de holgazanear en casa, jugando videojuegos y saliendo con amigos. No tenían sentido de urgencia ni responsabilidad, y Ana estaba al borde de su paciencia.

Una noche, después de otro día frustrante al llegar a casa y encontrar a sus hijos tumbados en el sofá, Ana tomó una decisión. Se jubilaría temprano, pero no antes de tomarse sus vacaciones acumuladas. Necesitaba un descanso y necesitaba enseñarles una lección a sus hijos.

A la mañana siguiente, Ana convocó una reunión familiar. Diego y Carlos se arrastraron hasta el salón, molestos por ser interrumpidos. Ana respiró hondo y comenzó.

«He decidido jubilarme,» dijo. «He trabajado duro toda mi vida, y es hora de que me tome un descanso. Pero antes de hacerlo, me tomaré mis vacaciones. Necesito tiempo para mí.»

Diego y Carlos intercambiaron miradas, claramente sin entender la gravedad de la situación.

«¿Qué significa eso para nosotros?» preguntó Diego, con un tono de irritación en su voz.

«Significa,» respondió Ana, «que ustedes dos necesitan empezar a buscar trabajo. No voy a mantenerlos más. Son adultos, y es hora de que empiecen a actuar como tal.»

Carlos se rió con desdén. «No puedes simplemente cortarnos así. Necesitamos tiempo para encontrar algo.»

«Han tenido más de un año,» dijo Ana con firmeza. «He terminado de consentirlos. Tienen dos meses para encontrar trabajo y empezar a contribuir al hogar. Después de eso, estarán por su cuenta.»

Diego y Carlos quedaron atónitos. Nunca habían visto a su madre tan resuelta. Intentaron discutir, pero Ana se mantuvo firme. Estaba decidida a seguir adelante con su plan.

Durante las semanas siguientes, Ana cumplió su palabra. Pasó sus días relajándose, leyendo y dando largos paseos. Comía comidas simples de avena y caldo, ahorrando dinero donde podía. Mientras tanto, Diego y Carlos hicieron intentos a medias para encontrar trabajo, pero su falta de motivación era evidente.

A medida que se acercaba el plazo de dos meses, Ana se sentía cada vez más ansiosa. Había esperado que su enfoque de amor duro impulsara a sus hijos a actuar, pero parecía tener el efecto contrario. Diego y Carlos se volvieron más resentidos y distantes, negándose a participar en conversaciones significativas sobre su futuro.

Llegó el día del juicio final, y Ana convocó otra reunión familiar. Diego y Carlos se sentaron con los brazos cruzados en el sofá, con expresión hosca.

«¿Y bien?» preguntó Ana. «¿Han encontrado trabajo?»

Diego negó con la cabeza. «No. Y no apreciamos que nos pongas este tipo de presión.»

Carlos asintió en señal de acuerdo. «Sí, no es justo. Necesitamos más tiempo.»

El corazón de Ana se hundió. Había esperado un resultado diferente, pero sabía que no podía echarse atrás ahora.

«Lo siento,» dijo, con la voz temblorosa. «Pero no puedo mantenerlos más. Necesitan encontrar una manera de salir adelante por su cuenta.»

Diego y Carlos salieron de la casa dando un portazo. Ana se sentó, con lágrimas corriendo por su rostro. Había hecho todo lo que podía, pero no fue suficiente. Sus hijos seguían perdidos, y no sabía cómo ayudarlos.

En las semanas que siguieron, Diego y Carlos se alejaron aún más. Se quedaron en los sofás de amigos, negándose a asumir la responsabilidad de sus vidas. Ana observaba impotente cómo sus hijos se desmoronaban, sintiendo un profundo sentido de fracaso y arrepentimiento.

Había esperado un final feliz, pero la vida tenía otros planes. Ana solo podía esperar que algún día, Diego y Carlos encontraran su camino, aunque significara aprender de la manera difícil.