«Mi Marido Siempre Está Solucionando los Problemas de Su Familia»: No Queda Tiempo para Nosotros
Naomi se sentó en la mesa de la cocina, sus dedos trazando el borde de su taza de café. El vapor se elevaba en espirales perezosas, pero apenas lo notaba. Su mente estaba en otra parte, consumida por los mismos pensamientos que la habían atormentado durante meses. Su marido, Rodrigo, había salido una vez más, apresurándose a resolver otra crisis familiar.
Todo había comenzado de manera inocente. Los padres de Rodrigo siempre habían sido un poco necesitados, pero Naomi entendía que la familia era lo primero. Admiraba su dedicación y disposición para ayudar. Pero con el tiempo, quedó claro que la familia de Rodrigo lo veía como su solucionador personal de problemas. Cada inconveniente menor, cada pequeño contratiempo en sus vidas, y se esperaba que Rodrigo dejara todo y acudiera corriendo.
Naomi suspiró, mirando el reloj. Ya era pasado el mediodía, y Rodrigo había prometido que pasarían el día juntos. Habían planeado un picnic en el parque, una rara oportunidad para reconectar y disfrutar de la compañía del otro. Pero entonces su hermana, Ana, había llamado en pánico por su coche averiado. Rodrigo se había ido sin dudarlo, dejando a Naomi sola una vez más.
No pudo evitar sentir una punzada de resentimiento. No era solo Ana; eran sus padres, sus primos, incluso parientes lejanos que parecían tener a Rodrigo en marcación rápida. Todos sabían que él acudiría a su rescate, sin importar qué. Y Rodrigo, con su gran corazón y sentido del deber, no podía decir que no.
Naomi trató de ser comprensiva. Sabía que Rodrigo amaba a su familia y quería ayudarlos. Pero estaba siendo demasiado. Su relación estaba sufriendo, y Naomi sentía que siempre jugaba un papel secundario ante la interminable serie de problemas de su familia.
Pensó en los primeros días de su matrimonio cuando estaban tan cerca, tan sincronizados. Compartían sueños y planes para el futuro, pero ahora esos sueños parecían distantes e inalcanzables. Naomi sentía que estaba perdiendo a Rodrigo, una crisis familiar a la vez.
La puerta chirrió al abrirse y Rodrigo entró, luciendo exhausto. Le dio a Naomi una sonrisa cansada y se sentó frente a ella.
«Lo siento por hoy,» dijo, frotándose las sienes. «El coche de Ana estaba hecho un desastre. Me llevó más tiempo del que pensaba.»
Naomi forzó una sonrisa. «Está bien,» dijo suavemente, aunque estaba lejos de ser la verdad.
Rodrigo extendió la mano y tomó la de ella. «Sé que esto es difícil para ti,» dijo. «Pero son mi familia. No puedo simplemente ignorarlos.»
«Lo entiendo,» respondió Naomi, su voz apenas un susurro. «Pero ¿qué hay de nosotros? ¿Cuándo tendremos tiempo juntos?»
Rodrigo bajó la mirada, incapaz de encontrar sus ojos. «No lo sé,» admitió. «Simplemente no lo sé.»
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. El patrón continuó, con Rodrigo siendo constantemente arrastrado por las demandas de su familia. Naomi trató de ser paciente, pero su frustración crecía con cada día que pasaba.
Una noche, mientras Naomi se sentaba sola en su sala de estar, se dio cuenta de que algo tenía que cambiar. No podía seguir así, sintiéndose descuidada e insignificante en su propio matrimonio. Amaba profundamente a Rodrigo, pero necesitaba más de lo que él podía darle mientras estuviera tan enredado en los problemas de su familia.
Cuando Rodrigo finalmente llegó a casa esa noche, Naomi respiró hondo y habló con franqueza.
«Rodrigo,» comenzó, «no puedo seguir así. Te necesito aquí conmigo. Necesito que nosotros seamos una prioridad.»
Rodrigo la miró con una mezcla de tristeza y culpa. «Lo sé,» dijo en voz baja. «Pero no sé cómo cambiar las cosas.»
El corazón de Naomi dolía al darse cuenta de que Rodrigo quizás nunca podría poner su relación en primer lugar. Lo amaba, pero no podía seguir viviendo a la sombra de las constantes necesidades de su familia.
Al final, Naomi tomó la difícil decisión de irse. Le rompía el corazón alejarse del hombre que amaba, pero sabía que era la única manera de encontrar la felicidad y realización que merecía.
Mientras empacaba sus maletas y salía por la puerta, Naomi sintió una sensación de pérdida pero también un destello de esperanza por un futuro donde finalmente podría ser la prioridad.