«Mi Marido Se Reencontró con Su Amiga del Instituto: Ahora Estoy Abrumada por los Celos y la Impotencia»

Solía pensar que los celos eran un signo de inseguridad, algo que solo ocurría en relaciones que carecían de confianza. Pero ahora, me encuentro en una situación donde los celos han tomado el control de mi vida, y no sé cómo manejarlo. Mi marido, Diego, recientemente se reencontró con una vieja amiga del instituto, Zoe. Eran muy cercanos en aquel entonces, y ahora parece que están retomando su amistad donde la dejaron.

Todo comenzó de manera inocente. Diego mencionó que se había encontrado con Zoe en una cafetería un día. Intercambiaron números y empezaron a enviarse mensajes. Al principio, no le di mucha importancia. Después de todo, todos tienen amigos del pasado. Pero a medida que pasaban las semanas, su comunicación se volvió más frecuente. Empezaron a quedar para almorzar, salir a caminar e incluso asistir a eventos juntos.

Mientras tanto, mi vida se estaba desmoronando. Después de dar a luz a nuestro segundo hijo, Aria, luché con desequilibrios hormonales que me llevaron a un aumento de peso significativo. Engordé casi veinte kilos y me sentía poco atractiva e insegura. No podía ni mirarme al espejo sin sentirme disgustada. Diego intentaba tranquilizarme diciéndome que aún me encontraba hermosa, pero sus palabras sonaban vacías cuando pasaba tanto tiempo con Zoe.

Una noche, Diego llegó tarde a casa después de una de sus salidas con Zoe. Estaba de buen humor, riendo y hablando sobre lo bien que lo habían pasado. No pude evitar sentir una punzada de celos. Lo confronté al respecto, preguntándole por qué pasaba tanto tiempo con ella. Él lo minimizó, diciendo que solo eran amigos y que no tenía nada de qué preocuparme.

Pero no podía quitarme la sensación de que algo andaba mal. Empecé a revisar su teléfono cuando no estaba cerca, buscando cualquier señal de infidelidad. No encontré nada concreto, pero los mensajes entre ellos estaban llenos de bromas internas y anécdotas personales que me hacían sentir como una extraña en mi propio matrimonio.

A medida que pasaban los meses, mis celos se convirtieron en resentimiento. Resentía a Diego por pasar tanto tiempo con Zoe y por hacerme sentir que no era suficiente. Resentía a Zoe por ser todo lo que yo no era: delgada, atractiva y segura de sí misma. Y sobre todo, me resentía a mí misma por dejar que mis inseguridades se apoderaran de mí.

Una noche, después de otra discusión sobre Zoe, Diego hizo las maletas y se fue. Dijo que necesitaba espacio para pensar las cosas. Estaba devastada. Sentía que mi mundo se estaba desmoronando a mi alrededor. Intenté comunicarme con él, pero no respondía mis llamadas ni mensajes.

Los días se convirtieron en semanas, y Diego aún no había vuelto a casa. Me enteré a través de amigos en común que estaba quedándose con Zoe. La noticia me destrozó. Sentí que mis peores temores se habían hecho realidad. No podía comer ni dormir; todo lo que podía hacer era llorar y preguntarme dónde habían salido mal las cosas.

Eventualmente, Diego volvió para hablar. Admitió que había desarrollado sentimientos por Zoe pero insistió en que no había pasado nada físico entre ellos. Dijo que necesitaba tiempo para averiguar lo que quería y que no estaba seguro si nuestro matrimonio podía salvarse.

Me quedé en el limbo, sin saber qué nos deparaba el futuro. Los celos y la impotencia que me habían consumido ahora fueron reemplazados por un profundo sentido de pérdida e incertidumbre. No sabía si Diego volvería conmigo o si nuestro matrimonio había terminado para siempre.

Al final, no hubo una resolución feliz. Diego se mudó definitivamente y comenzamos el proceso de divorcio. Zoe siguió siendo una presencia constante en su vida, y yo me quedé recogiendo los pedazos de mi corazón destrozado.