«Atrapada en el Medio: La Lealtad de Álvaro a Su Madre Nos Está Destruyendo»

Álvaro y yo llevamos juntos tres años. Cuando nos conocimos, me atrajo su amabilidad y la forma en que siempre sabía cómo hacerme reír. Pero a medida que nuestra relación crecía, también lo hacía la presencia de su madre, Carmen, en nuestras vidas. Al principio, me parecía tierno lo cercanos que eran. Pero ahora, siento que estoy constantemente compitiendo por su atención y lealtad.

Carmen es una fuerza de la naturaleza. Es el tipo de mujer que puede dominar una habitación con solo una mirada. Álvaro es su único hijo, y siempre ha sido ferozmente protectora con él. Ella lo llama «su roca y confidente», y él parece disfrutar del papel. Le cuenta todo: cada discusión, cada decisión, cada detalle íntimo de nuestras vidas. Es como si ella fuera una tercera persona en nuestra relación, siempre ahí, siempre observando.

Recuerdo la primera vez que me di cuenta de lo profundo que era su vínculo. Acabábamos de tener una pequeña discusión sobre algo trivial, y Álvaro salió de la habitación para calmarse. Unos minutos después, lo escuché al teléfono con Carmen, contándole cada palabra de nuestra pelea. Cuando volvió, tenía una lista de sugerencias de ella sobre cómo deberíamos manejar nuestros problemas. Me quedé atónita. Se sentía como una traición, pero él no lo veía así. Para él, era natural buscar el consejo de su madre.

Con el tiempo, este patrón continuó. Cada vez que teníamos un desacuerdo, Carmen estaba ahí, ofreciendo sus consejos no solicitados. Sabía cosas sobre nuestra relación que ni siquiera había contado a mis amigos más cercanos. Era asfixiante. Intenté hablar con Álvaro sobre ello, pero siempre la defendía. «Solo está tratando de ayudar», decía. «Quiere lo mejor para nosotros».

Pero no se sentía como ayuda. Se sentía como control. Carmen tenía una manera de hacerme sentir pequeña, como si nunca fuera lo suficientemente buena para su hijo. Hacía comentarios pasivo-agresivos sobre mi cocina, mi trabajo, incluso sobre la forma en que me vestía. Y Álvaro nunca me defendía. Solo sonreía y asentía, como si sus palabras no dolieran.

Empecé a retraerme. Dejé de compartir mis pensamientos y sentimientos con Álvaro porque sabía que solo acabarían siendo transmitidos a Carmen. Nuestras conversaciones se volvieron superficiales, y la intimidad que una vez tuvimos comenzó a desvanecerse. Sentía que lo estaba perdiendo, pero no sabía cómo luchar por él sin alejarlo más.

Una noche, después de otra discusión que terminó con Álvaro llamando a su madre, llegué a mi punto de quiebre. Le dije que no podía seguir así. No podía estar en una relación donde siempre era la segunda después de su madre. Me miró con una mezcla de confusión y dolor. «Pero es mi madre», dijo, como si eso lo explicara todo.

Esa noche hice las maletas y me fui. Mientras conducía, sentí una mezcla de alivio y tristeza. Amaba a Álvaro, pero no podía competir con Carmen. Necesitaba a alguien que me pusiera en primer lugar, que luchara por nuestra relación tanto como yo estaba dispuesta a hacerlo.

Han pasado unos meses desde que me fui, y todavía pienso en él todos los días. Me pregunto si alguna vez se dio cuenta de lo que perdió, si alguna vez se enfrentó a su madre. Pero sé que tomé la decisión correcta. Merezco estar con alguien que me vea como su pareja, no solo como un personaje secundario en su vida.